Marcelo Conejero, personaje invisible para muchos de nuestra comuna

 

Por Agenor Tapia.

 

Hay momentos en la vida de cada persona que lo hacen reflexionar el por qué y para qué estamos aquí, eso pasó el 17 de diciembre, mientras caminaba con Manuel Carvajal, por Avenida Tte. Cruz al llegar a J.J. Pérez, un hombre andrajoso cedió su espacio de vereda para que pasáramos y con su cabeza siempre gacha nos saludó, era Marcelo Conejero Nahuel, un chileno en situación de calle, que nos permitió conversar con el.

Marcelo  Conejero, ¿desde cuándo estás en situación de calle?

En verdad son tantos años que casi no recuerdo.

¿De dónde eres?

Soy de Temuco y descendiente de mujer mapuche.

¿Qué pasó con tus padres?

Ellos se separaron cuando yo aún era un niño, mi padre está en Temuco y de mi madre no se nada.

¿Qué edad tienes?

Como veinticinco años

¿Por qué llegaste a esta situación de calle?

Creo que porque se me olvidan las cosas señor, a veces no entiendo lo que me dicen las personas.

 

¿Tienes familia en Santiago?

Sí, una tía, que a veces visito.

 

¿Sabes leer y escribir?

 

Si, páseme un papel y le escribiré mi nombre y lo que usted quiera.

¿Tienes miedo de conversar conmigo?

Sí señor.

¿Por qué me temes si  no te voy hacer daño?

Mi padre me golpeaba y también otras personas que lo hacen por diversión, sobre todo jóvenes que me dan patadas y se ríen de mi.

¿Qué te dice la gente al verte?

Pareciera ser que no existo para ellos.

No me debes temer, yo soy igual que tú, una persona que te respeta y quiere conversar contigo.

Sí señor, nadie se detiene y habla conmigo como usted lo hace, a veces algunos me tiran una moneda o me regalan algo de comida, pero pocas veces me la pasan en la mano.

¿Te puedo pedir un favor Marcelo Conejero?, no me digas señor, solo dime Agenor

No puedo señor, usted se detuvo a conversar conmigo, déjeme que le diga si.

¿Hace cuánto tiempo que no comes un plato de comida caliente?

Señor, no lo se, como lo que la gente me regala, usted ve este pancito una señora me lo dio.

Ese pan es de varios días y está demasiado duro para comérselo

Tengo hambre y es lo único que la gente me ha regalado.

¿Dónde dormiste anoche?

Acurrucado en un paradero de Pudahuel

¿Dónde dormirás esta noche?

En algún rinconcitos por ahí, siempre hay algunos.

¿Estás enfermo?

No, señor.

¿Te puedo preguntar algo sin que te ofendas, consumes drogas o alcohol?

Droga no, pero sí alcohol algunas veces.

¿Tienes líos con la justicia o has estado detenido?

Nunca señor.

¿Conoces el Hogar de Cristo?

Sí, a veces voy a dormir allá cuando tengo algunas moneditas.

¿Qué quieres de la vida o que la gente haga por ti?

Nada señor, quizás un poquito de respeto de las personas.

¿Qué te gustaría  comer hoy?

Un pan blando y una bebida.

¿Te podemos invitar a compartir nuestra mesa la noche de navidad?

No lo se,  pero en donde esté recordaré que alguien me invitó a compartir su mesa en Navidad.

¿Quieres decirle algo a la gente de Pudahuel?

Sean felices con lo que tienen, los que no tenemos nada lo somos a nuestra manera.

 

Mientras se alejaba nos quedamos mirando al joven de cara sucia, ojos triste y una vida entrama de mendicidad, con  muy pocas oportunidades para revertir su situación de pobreza material y temor a las personas que se le acercan por estimar que muchos le han hecho daño, solo queda  esa imagen de destello y paz que irradió ese  cuerpo andrajoso que detuvo su caminar para regalar su tiempo y enseñarnos que también existen estas personas que no queremos ver, solo una conversación y un deseo de un pan y una bebida era todo lo que ese ser quería, mi buen amigo Manuel Carvajal conmovido con aquella experiencia de vida, no dudo un instante en traer un pan con queso jamón y una bebida que regalo, era todo lo que este hombre quería esa tarde, luego se alejo sin mirar hacia atrás ni levantar la cabeza, mientras las personas pasaban por su lado como si no existiera.

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